lunes, 12 de julio de 2010

Escuela y Posmodernidad

La Escuela es hija de la modernidad;
asumió la definición moderna de la educación.
Nosotros, hoy.....somos hijos de la posmodernidad.
* Enrique Luis Liccardi Sañudo
El Proyecto de la modernidad apostaba al progreso. Se creía que la ciencia avanzaba hacia la verdad, que el arte se expandía como forma de vida y que la ética hallaría la universalidad de las normas. En cambio la postura posmoderna lleva el desencanto hasta la política y hasta lo social. Es el desencanto frente al proyecto de la modernidad. Es la desconfianza ante el racionalismo científico. Desconfianza ante el racionalismo tecnológico pues ha creado más problemas que soluciones: agrandó la brecha entre la riqueza del Norte y la pobreza del Sur. Es el desencanto ante la racionalidad sociopolítica de ideologías:
izquierda y derecha, ambas han fracasado y no hay una alternativa confiable.

Y en este escenario la ESCUELA es declarada como irrelevante social. Inmediatamente se intenta establecer un nuevo espacio de reconocimiento social a partir del IMPERATIVO de la INTEGRACIÓN y la Incorporación Social y tanto la escuela como el trabajo actúan consecuentemente. La democratización del régimen político tiende a políticas de inclusión. La modernización del Estado produjo un proceso socialmente excluyente y la escuela aparece como el ámbito de contención social, como escuela total, con un desplazamiento de contenidos curriculares y de la labor pedagógica de los profesores hacia tareas básicas en manos de la escuela: dar de comer, dar abrigo y dar contención social. Funciones éstas que no estaban en el proyecto de modernidad. Pero actuando, nuevamente como resorte, la escuela sale al encuentro con la posmodernidad y lo hace desempeñando un papel preponderante, no sólo por la propuesta de valores que posee, sino por el contexto social y familiar que la educación necesita.

En nuestro país, el estado en que se encuentra la educación será causa y reflejo de nuestra decadencia, contribuyendo asimismo a la marginación y al empobrecimiento de grandes sectores sociales. Sin una buena educación no tendremos un futuro promisorio. El deterioro educativo es enorme y si no se realizan cambios en la organización y estructura del sistema, nuestro país está condenado a la decadencia cultural, a un mediocre crecimiento económico y a una creciente marginación social.

A esta situación no hemos llegado por casualidad. Durante décadas, la política educativa se ha diseñado a medida de los intereses de la burocracia estatal. La consecuencia más notoria ha sido el deterioro del status quo y de la calidad de nuestros docentes: ya no tenemos maestros y profesores educando a nuestros niños. Ahora tenemos “trabajadores de la educación”. A este punto hemos llegado porque la educación ha estado al fondo de la lista de prioridades de la clase política y porque la administración de los recursos públicos ha sido afectada por la ineficiencia y la ineptitud del estado nacional y provincial.


No podemos pretender que la educación se transforme en una igualadora de oportunidades y reductora de brechas económicas, si la tenemos en manos de trabajadores de la educación mal remunerados. Hay que efectuar una transformación en la calidad de la docencia. Y esto no es sólo una cuestión de tener maestros instruidos que conozcan la materia que enseñan, si no maestros capaces de trasmitir con su ejemplo, los valores esenciales del esfuerzo y la responsabilidad individual, que son prioritarios para la formación de jóvenes que puedan desarrollar una vida fructífera. Invertir en educación requiere poner los mejores a enseñar, no que la profesión docente sea para los que no consiguen otra cosa.

Otro gran problema del sistema educativo es la idea de “contextualizar” el aprendizaje, lo que significa enseñar y exigir a los alumnos de acuerdo a su contexto social y económico. Para ellos lo importante es que el niño concurra a la escuela, que no ande vagando por la calle y si es necesario que tenga una comida diaria. Importa la asistencia social. La enseñanza es secundaria. La calidad de la enseñanza se menosprecia y la exigencia al alumno desaparece, pues se cree que si se les exige, se arriesga a la deserción escolar. Todos pasan de grado, da lo mismo que sepan o no sepan. Lo importante es que todos tengan un título, no importa si aprendieron y cuánto aprendieron. E l camino para igualar oportunidades es darles a todos un título similar, aunque este signifique cada vez menos. Por supuesto, los resultados son desastrosos, se estafa a los jóvenes dándoles títulos que les hacen creer que están preparados para la vida y cuando se enfrentan con la realidad, la frustración es enorme.
El daño no es sólo por la falta de conocimientos si no por la falta de carácter que surge al no inculcarles a los chicos desde pequeños los hábitos del esfuerzo y la responsabilidad individual. El ejemplo que reciben en cambio, es el método de la protesta social. Si hay un sector donde no se debe hacer política social con el empleo, ese es el sector educativo. El interés de un maestro nunca puede anteponerse al futuro de los 30 alumnos de su clase. No habrá igualdad de oportunidades si la educación de los sectores más carenciados no queda a cargo de maestros y profesores capacitados como los de las escuelas que atienden a sectores medios y altos.

Para concluir, será necesario redefinir el espacio social de la escuela, junto a la función social de la educación.
La aplicación de una reingeniería social, servirá para iniciar el proceso de transformación por donde pasará la cultura, la integración y el desarrollo de la inteligencia, también el conocimiento y la praxis de la ética. Pero también es necesario recordar que los jóvenes y adolescentes nos reclaman que se piense en ellos, que se les tenga en cuenta, en definitiva que se les quiera. Y este cuidado personalizado se recibe en la familia, en el hogar y en la escuela y…..en otros pocos sitios más. Por otro lado los medios de comunicación podrían y deberían aportar mucho al lugar de encuentro constructivo con el trabajo de la familia y de la escuela. Trabajo en conjunto que permitirá a los jóvenes integrarse con confianza, identidad y personalidad a la época que les toque vivir.

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