domingo, 15 de mayo de 2011

TRANSFER EDUCATIVO

LA TRANSFORMACIÓN de la EDUCACION
Galileo acababa de descubrir los satélites de Júpiter y quería compartirlo, para ello pretendía que sus jueces comprobaran la existencia, mirándolos por el telescopio.


Pero el problema de aquella época era que la bóveda celeste debía ser sólida, y casi de cristal. Si Júpiter tenía satélites, esas lunas, para girar en torno del planeta, tenían que perforar el cielo en diferentes lugares. Pero el cielo, que era la morada física de Dios, era perfecto. Por tanto, esto no podía ocurrir, no podía tener agujeros, y si el telescopio los mostraba la gente se preguntaría: ¿para qué queremos un aparato que contradice las Sagradas Escrituras?
Por último, ese planeta no le importaba a nadie. Todo esto se trataba de una cuestión de poder. En este caso, del poder de dictaminar qué cosas son ciertas y cuáles son falsas e imponer esa visión al conjunto de la sociedad. La repetición incesante de esta anécdota se hacía con un propósito didáctico:

Antes se le decía a la gente lo que tenía que pensar y…….
después del Renacimiento comenzamos a pensar por nosotros mismos.
Pero una mirada del lado de adentro de la ciencia contemporánea nos lleva a relativizar esas afirmaciones tan contundentes. Entre nosotros sigue habiendo prejuicios arraigados y siguen existiendo estructuras de poder que se guían por certezas no siempre sólidas.
El próximo 25 de Mayo tiene que ser el punto de partida del proyecto transformador de la educación. Para esto no se necesita desafiar los intereses creados y enraizados en el sistema educativo. Sabemos que la inequidad social es la base de todos nuestros males, incluida la inseguridad. Entendemos perfectamente la correlación entre delito y distribución injusta del ingreso. La equidad debe alcanzarse sin desalentar la inversión. Y nuestra apuesta debe ser en nuestro futuro que son los jóvenes. La inversión en educación es sin lugar a dudas la mejor forma de transformar nuestro capital.
Para que nuestra educación pinamarense logre el potencial deseado, tendrá que basarse en el esfuerzo y la exigencia. Hoy el sistema educativo exhibe: exigencia moderada, frágil disciplina, y docentes mal capacitados. La frustración del joven estudiante es lamentable cuando ve sus perspectivas de progreso expirar por los pésimos exámenes de ingreso nivelatorio a la universidad.
Por otro lado, los educadores tienen las herramientas técnicas, metodológicas y pedagógicas suficientes para transformar en la forma más apropiada la escuela y lograr los objetivos propuestos en las metas de aprendizaje.
Si los docentes hacen el esfuerzo, -que todos compartimos-, por capacitarse entonces será necesario que apliquen lo que aprendieron en las aulas, pues estamos sufriendo una trilogía de la crisis, con infraestructura del siglo XIX, docentes “aggiornados” al siglo XX y estudiantes que transitan con facilidad el siglo XXI. Y esta crisis que padecemos, no está al alcance de las exigencias de nuestra época. Sabemos y entendemos que la ciencia y la tecnología ofrecen al hombre, la medicina más reconfortante pues aumenta la calidad de nuestra vida y la prolonga. Quien hoy en día no haya integrado a su existencia, la relatividad, la evolución, el ADN y la inteligencia artificial, le será difícil entender el tiempo que vivimos.
Sin embargo, aceptamos que no hallemos un medio ideal para acompañar este desarrollo en el aspecto educativo, social y económico, y esta sumisa conformidad debería preocuparnos.
En el mundo de la justicia social y de la educación, el ejemplo a seguir son los países nórdicos, que aplicaron a sus políticas el socialismo democrático; seguidos por los de Europa oriental, que fueron modelados por el comunismo.


Un dato relevante lo da una Consultora donde evaluaciones realizadas a alumnos de 15 años a través de pruebas de lenguaje, ciencias y matemáticas ubica a la Argentina en el 52° lugar, dentro de una lista de 57 naciones. Finlandia es el país que tiene la mejor educación del mundo ofrece ideas a imitar. La gratuidad es absoluta, pero no hay contemplación ni promoción automática. La escuela es exigente, con los docentes y con los alumnos. Estos últimos no tienen acceso garantizado a la educación superior: llegan gracias a la excelente formación que reciben en los niveles previos.

Conclusión: La Argentina tiene que invertir más en educación; pero no en la que hoy tiene. Necesita una enseñanza más sistemática y rigurosa. Tanto para los docentes como para los estudiantes. Los planes educativos actuales no satisfacen las expectativas de desarrollo del potencial de los adolescentes y ello se manifiesta en el alto índice de deserción de las carreras universitarias.