jueves, 28 de abril de 2011

El Aleph Político

El Aleph Político
El desprestigio del oficio



Pinamar ha visto en estos últimos años como se ha acrecentado el desprestigio del oficio político. Este fenómeno no es exclusivo de un país ni propiedad particular de un partido, ni de un individuo. Afecta, sobre todo a la lucha por el poder. El tener poder para poder tener es una meta política ambiciosa y difícil.

Es el viejo oficio en el que es más fácil vivir del crédito de las palabras que de dar crédito a las palabras; en el que se aprende primero de quién no fiarse y después de quién fiarse, hasta llegar, a no fiarse ni de sí mismo; en el que se prefiere más la complicidad que la adhesión; en el que frecuentemente, para ser primero, hay que ser el último en hablar. Ese oficio que invoca la igualdad democrática, incurriendo en toda clase de iniquidades e injusticias, bajo el peso de una rutina que olvida la creencia y hace de la creencia una simulación demagógica hasta caer en la apostasía; los vicios se vuelven costumbres, la docilidad en acatamiento y la ideología en retórica facilona.

Verdaderamente, en política no hay reglas del juego: el juego acaba con las reglas. El pasado, el presente y el futuro son historia entremezclada, especulación acomodaticia, abuso de la falta de memoria del pueblo, pues si la hubiese, los políticos apenas existirían.

Decía Mario Vargas Llosa, “la política está hecha casi exclusivamente de maniobras, intrigas, conspiraciones, pactos, paranoias, traiciones y todo tipo de malabarismos". El tener poder para poder tener genera el más gozoso de los placeres, el del poder. Kant definió al oficio político como "la habilidad para adaptarse a todas las circunstancias". Y la Unesco lo ha identificado como la "ciencia de la convivencia humana".
Pero también reconocer la grandeza que hay en el oficio político cuando se ejerce noblemente, -al servicio de una idea-, no implica olvidar lo que de mezquino hay en él cuando protagoniza la propaganda. Exponer es exponerse.

Ya Max Weber distinguió entre el auténtico líder, el hombre que ofrece a su pueblo un camino, y el político profesional, que dice al pueblo lo que éste quiere oír. El primero vive para la política. El segundo vive de la política.

El fragmento del tango “Honrar la vida” de la poeta y cantante desaparecida, Eladia Blázquez, me hace pensar cuantas veces hemos desperdiciado el tiempo, hemos regalado energía, hemos hablado de nada y al final del camino pocas veces podríamos decir orgullosos,“ lo viví a mi manera”.
Presumo y asumo que los habitantes de Pinamar podrían ser oradores avezados a la hora de detallar la larga lista de reclamos insatisfechos e injusticias ignoradas por los políticos. Y seguramente ese auditorio receptor le diría “¡Qué barbaridad!, estamos de acuerdo”.
Pero no se trata de tocar de oído, no se trata de la oposición por la oposición misma. Se trata de subir al estrado de las ideas superadoras y poner nuestra capacidad al servicio de lo que creemos justo. Se trata de involucrarnos, de participar y de honrar nuestra existencia, la de nuestros hijos y la de sus hijos.




“Permanecer y transcurrir no es perdurar, no es existir ni honrar la vida.”
“Hay tantas maneras de no ser, tanta conciencia sin saber, adormecida.”
“Merecer la vida no es callar, ni consentir tantas injusticias repetidas.”
“Es una virtud, es dignidad, y es la actitud de identidad más definida.”
“Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir,”
porque no es lo mismo que vivir, el honrar la vida”.

¡Educando ayudamos a construir nuestro futuro!